lunes, 21 de mayo de 2007

6.- La comercialización e industrialización del género (1975-1996)

A mediados de la década de los setenta empezaron a formarse las cuadrillas de hermanos costaleros. Es ahí cuando este colectivo comienza a tomar parte en la confección y elección de las marchas a tocar en una procesión, tendiendo siempre a escoger aquellas composiciones que, según ellos, se adaptan mejor al ritmo y el andar del costalero. Hasta entonces las cuadrillas de costaleros se limitaban a portar el paso sin objetar la música que sonaba, amén de aquellos pasos que eran llevados a ruedas. Sea lo que fuere, lo cierto es que se pasó de un escenario en el que la música no tenía por qué supeditarse tanto al paso, a un caso totalmente contrario: el compositor se ve obligado a componer por y para el paso, por y para el costalero, estableciéndose una serie de criterios que dejaban a un segundo plano otros más estrictamente musicales.

Esto ocurre especialmente en Andalucía, mientras que en diversas zonas de la geografía española se seguía manteniendo el estilo de marcha seria y lenta, como así lo rubrica el ejemplo de nombres como “La Lanzada” (José Torres, 1981 –Cartagena-), “La Vía Dolorosa” (Aurelio Fdez. Cabrera, 1992 –Cuenca-), “La Soledad”, (Carlos Cerveró, 1992 –Zamora-), etc. Ello no quiere decir que en Andalucía ya no se hicieran más marchas fúnebres, todo lo contrario, sino que ganó muchísimo terreno la marcha alegre y con cornetas, sancionada por Farfán con “La Estrella Sublime”, pero esta vez saturando los repertorios con ese estilo que pasaba por ser el predilecto de los costaleros. El resultado es un deterioro progresivo del género, debilitando la difusión de composiciones y compositores de enorme calidad que se ven sometidos a los intereses comerciales y crematísticos. Componer para un paso y una cuadrilla de costaleros no tiene que estar reñido con hacer música bien construida y de calidad, de hecho la historia lo ha demostrado con creces, pero se adoptaron una serie de vicios y errores de fondo que provocaron el nacimiento de marchas mediocres e incluso algunas más ligadas al campo de la canción o el baile.

Todas estas circunstancias fueron el detonante para que la marcha sevillana se inmiscuyera en los repertorios de bandas de otras ciudades, que se veían desbordadas por el impetuoso crecimiento discográfico de la ciudad hispalense a cargo fundamentalmente de la Banda del Soria 9 y su director Abel Moreno. Si antes prácticamente era Sevilla la que iba exudando marchas de forma casi continua, ahora también Córdoba, Málaga, Granada, Almería, Huelva, Jaén o Cádiz irían legando a un ritmo cada vez más intenso marchas para sus hermandades al verse contagiadas por la escuela hispalense. Es el verdadero boom de la marcha procesional, que todavía hoy se mantiene alcanzando límites insospechados treinta años atrás, pero que de forma alarmante está descuidando el patrimonio musical que los antecesores dejaron y que brilla por su profunda belleza artística.

6.1 Abel Moreno y su inextinguible influencia.

El onubense Abel Moreno Gómez es, sin duda, el compositor más popular de la historia de la marcha procesional. Su nombre se extiende por doquier, ya sea en Sevilla, cualquier rincón de Andalucía o el resto de España. Cuando llegó a Sevilla en 1984 para dirigir la Banda del Soria 9 la marcha procesional había entrado en un crecimiento que aún hoy se mantiene. Supo aprovechar inteligentemente los recursos que estaban a su alcance: una banda de renombre y de gran técnica, una ciudad con sus cofradías y hermanos costaleros ávidos de tener marchas con las que sentirse cómodos en la calle y una industria discográfica en incipiente expansión, sabedora del filón pecuniario que podía conllevar la adecuada comercialización de este tipo de música.

Sus marchas se caracterizan por ser sencillas, agradables la mayoría al oído y asequibles a cualquier tipo de banda, lo que asegura su extensa divulgación hasta invadir los repertorios del rincón geográfico menos pensado. En su primera época, con “Hermanos Costaleros” (1985) sienta los principios de su estilo, con clara vocación hacia el costalero y las demandas de las cofradías. Otras conocidas son “Cristo de la Presentación” (1985), “Macarena” (1988), “Madre de los Gitanos Coronada” (1988), las marchas fúnebres de “Al Señor de Sevilla” (1988) o “Cristo de la Agonía” (1991)
[1] y por supuesto su obra más celebrada y que le encumbró: “La Madrugá” (1987), marcha melódica y muy efectista que expresa vetas de la música sinfónica romántica. “La Madrugá” se ha convertido en todo un fenómeno de masas, sonando allende las fronteras y colocando a su compositor en un lugar importante dentro de la nómina de composiciones.

Pero su alta popularidad o el hecho de que su música haya adquirido unas coordenadas geográficas de gran envergadura, no significa que la calidad artística de sus marchas supere a las de sus predecesores. Es más, en este sentido es justo convenir que Abel Moreno no aumenta el nivel técnico y cualitativo de las marchas de procesión, sino que más bien su mérito está en engordar sustancialmente el catálogo de un estilo como es el de las marchas para banda, otrora minoritario y reducido y en la actualidad amplio y conocido.

6.2 Perfecto Artola (1904-1992) y Málaga.

Es por definición el alma mater de la marcha malagueña. Aunque antes otros compusieron, el valenciano Perfecto Artola sentó cátedra y creó el más sólido modelo de la marcha procesional en Málaga. En 1931 ingresó como clarinetista en la Banda Municipal de Málaga, siendo director de ésta desde 1945 a 1951 y posteriormente, una vez jubilado como profesor de conservatorio, a partir de 1974 de forma altruista. De hecho sus marchas nacieron cuando Artola dirigía la banda municipal en su segunda época. De las casi treinta marchas, pueden resaltarse “Virgen de Gracia” (1985), “Jesús de la Pasión” (1985), “Coronación de la Virgen de los Dolores” (1986), “Ntra. Sra. de la Soledad” (1989), etc.

[1] CARMONA RODRÍGUEZ, MANUEL. Un siglo de música procesional en Sevilla y Andalucía. Pag. 204. Sevilla, 2000.

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